Lo nuestro.
Lo nuestro empezó en un parque con un columpio y varias latas, con varias preguntas y una sola respuesta. Lo nuestro empezó con el dolor de tu corazón, y debo admitirlo, con el dolor del mío también.
Lo nuestro se sospechó por nuestra desaparición y mi escasa experiencia. Lo nuestro empezó con ojos de desaprobación hacia mí. Y con ojos de tristeza.
Evolucionó con mis ganas de cambiar mi vida, pero con decisiones poco meditadas. Lo nuestro nació rodeado de magia, con rayos de sol, muchos cables y muy poca armonía. Se abrió camino en nuestros días cotidianos, siempre rodeados de paredes, siempre alejados de la cordura. Lo nuestro no tenía sentido y no me importaba, solo quería alimentar el calor, el calor de la llama que se encendió en la tormenta que siempre había sido mi vida.
Me agradaba esa llama, yo no quería dolor y estaba dispuesta a que se apagara: las llamas sirven para encenderse y volverse fogatas, para llegar a un clímax y volverse cenizas. Sólo quería un poco de calor tras tantas tormentas.
Y un día una nueva tormenta llegó susurrando besos entre sus vientos y aterrándome pues mi fogata aún no crecía y no quería verla morir por gotas, quería verla volverse cenizas. Pero lo nuestro era tan fuerte que no fui la única, y sostuviste un paraguas y protegiste nuestra llama.
Eras tan fuerte que convertiste el paraguas en un domo y cesaste las tormentas a mi alrededor. Te volviste mi primer aliado. Y ahora ya no quería que lo nuestro fuera una llama, quería que viviera. Quería que viviera. Y mis ojos te miraban diferente, ya no eras solo una llama, te volviste una luz.
Una luz que quemaba, una luz que me hacía disfrutar. Y en el lugar más alto de todos, me pediste volverme tu luz. Y ahora éramos dos luces, dos luces que se iluminaban y quemaban una a la otra. Lo nuestro era ser luces, lo nuestro era estar juntos. Y duramos así mucho tiempo. Pero el clima no siempre es bueno y me tapaban con nubes, y yo era tan ingenua que creía que todo se podía acabar con una nube y nublaba tu cielo. Y nublamos nuestros cielos juntos, pero habíamos pasado tanto tiempo siendo luces que aún estábamos cálidos y de ratos a ratos podíamos dejar pasar una luz.
Aprendimos a vivir con un cielo nublado, aprendimos a sobrevivir con el calor y a muchas veces dejar pasar la luz para recargarnos, no era un cielo gris, claro que no, de hecho era fresco y amable y por eso siempre pudimos mantenernos, no era un cielo completamente azul, pero era un cielo completamente visible. Lo nuestro era disfrutar de ese paraje juntos.
Y aunque nuestro cielo tenía mucho balance, yo siempre atraía nubes. Nubes llenas de inseguridades y de dolor y no te diste cuenta, porque nuestro cielo siempre estaba claro. Hasta una noche de diciembre, cuando la oscuridad me rodeó y no estabas cerca y di por muerto nuestro cielo, desperté a la mañana siguiente en nuestro claro y comprendí que me había equivocado. Era muy tarde, te conté de la noche y tú atrajiste más nubes. El cielo no volvió a ser claro, se volvió un tono gris. Lo nuestro era tan fuerte, que aguantamos juntos bajo ese cielo gris y tras semanas luchando por preservarlo, dejó de ser gris oscuro y bajó un tono, era un tono entre gris y blanco, nunca regresó a su tono claro, pero dejó de ser gris.
Lo nuestro fue aventurarnos juntos de nuevo bajo ese cielo gris claro. Decidimos seguir nuestros sueños, ahora ya no éramos luces, eran nuestros sueños, nuestros sueños nos mantenían cálidos bajo ese cielo nublado.
Y hubo un temblor muy fuerte que partió nuestro cielo. Me dejó en el cielo nublado y a ti te sumió en la noche, adoraba tanto lo nuestro que intenté con todas mis fuerzas que aún te llegara una luz, no estaba contigo, pero me mantuve bajo los rayos de tus sueños para que pudieras seguir, tú no me dejaste cuando me atacaron las tormentas, tampoco te iba a dejar. Y a pesar de que nuestros cielos ya no eran el mismo, tú lo lograste y llegaste hasta mí, saliste de tu propia tormenta y te paraste junto a mí. Lo nuestro fue reencontrarnos bajo un cielo nublado.
Lo nuestro fue sentirnos a salvo, y cuando miramos, tu cielo ya no era oscuro, ahora estabas bajo mi cielo, y pudimos disfrutar juntos la calidez de los rayos que pasaban bajo nuestro nuevo cielo. Y un día me di cuenta que yo estaba bajo tus rayos. Me concentré tanto en estar ahí y en lo nuestro que nunca me percaté de que mis rayos se habían perdido. Y me asusté. Me asusté mucho de que estábamos juntos, pero la calidez ya no me llegaba, el cielo estaba nublado, pero al menos a ti te llegaban rayos de luz. Y tú no lo notaste, al menos no al principio, y por eso el domo que habías construido dejó caer la lluvia en mí. Y cuando te diste cuenta yo ya estaba empapada, el domo solo funcionaba contigo. Y yo ya no sentía real lo nuestro.
Y estaba tan empapada que atraje nubes al cielo y el cielo volvió a ser gris oscuro. Tu domo se había roto sobre mí y estábamos bajo un cielo gris donde sólo la tormenta me alcanzaba a mí. Y no pude soportarlo y corrí de ese cielo, huí de lo nuestro.
Cuando me fui, tú me seguiste, me alcanzaste y me diste calor, no podías parar las tormentas pero me dabas calor. Y me mantuve insegura un tiempo, queriendo volver contigo, quería creer que tú podías volver a crear ese domo, quería volver a sentirme segura, quería de nuevo lo nuestro. Pero después de un intento donde puse todo de mí, me di cuenta que tú no podías volver a crear un domo para mí. Me di cuenta de que debía crear mi propio domo y abandoné nuestro cielo gris oscuro y con ello lo nuestro.
Volví a mi tormenta. Sin luz y sin nada. Volví y me quedé hasta que dejó de llover. Llevo dos semanas bajo mi propio cielo, ha parado de llover pero los vientos aún me tumban, no puedo calmarlos. He decidido buscar una forma de hacer que salgan los rayos. Estoy segura de que te encantaría ayudarme, pero también estoy segura que ya no puedes, tu calidez ya no me es suficiente. Voy a buscar una nueva fuente, voy a buscarla tanto que la voy a encontrar incluso si mi cielo es completamente oscuro en estos momentos y no sé dónde están mis rayos de luz, y no sé dónde hay fuentes de calor, aún así lo voy a encontrar. Sé que es así, porque no pude nacer para vivir bajo un cielo negro, nací para ver un cielo azul y presenciar un atardecer tan cálido que dure toda mi vida, y por lo pronto quiero contemplarlo sola, porque estoy cansada de cielos nublados compartidos.
Perdón si ya no hay en mí calor para ti, no supe dónde lo perdí quizá fue en aquel cielo gris que yo esperaba tornar azul, pero incluso si no puedo transmitirlo a ti de nuevo quiero encontrarlo, sé que es muy egoísta de mi parte y lo siento mucho. Me marcho a buscar un cielo azul y una fuente de calor y espero que tú también hagas lo mismo. No sé cómo interactuar contigo sin volver al cielo gris, por eso estoy tan alejada, pero te aseguro que cuando asegure mi cielo y fuente de calor, podré volver a mirarte. Eres una fuente de calor muy importante para mí y por eso no quiero perderte, ni tampoco confundirme y volver a aceptar tu calor. Espero que lo entiendas y me dejes por un tiempo, espero también que entiendas que no es un final, es un paso a encontrar nuestros cielos, para que cuando podamos volver a pararnos uno al lado del otro, ya no veamos un cielo nublado.
Lo nuestro es lo mejor que me pasó en la vida y siempre lo voy a recordar, pero en donde estoy parada justo ahora lo nuestro sólo duele y necesito espacio. Encontremos nuestros cielos y veamos si podemos salvar al menos la amistad que hay en lo nuestro.